jueves, 7 de abril de 2016

Que el alma de una bailarina sea el cisne


Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello 
al paso de los tristes y errantes soñadores? 
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello, 
tiránico a las aguas e impasible a las flores? . Rubén Darío






Al igual que en otras entradas he hablado de la importancia que ha tenido, tiene y tendrá Mozart en mi vida, nunca había hablado de lo que han significado para mí los ballets de Tchaikovsky. A lo largo de mi vida he tenido muchos momentos reveladores, pero los dos que tengo que destacar por encima de todo son, el descubrimiento de la filosofía y la poesía de Tarkovsky para llegar a conocerme, y la primera vez que bailé una coreografía de ballet. La música no era de Tchaikovsky, de hecho era música contemporánea, pero mientras bailaba sentí algo que pocas veces había vivido. Las palabras de Tarkosvky cobraban vida en mi espíritu y entonces comprendí por qué estaba en este mundo y cual era mi propósito. Al poco de bailar esa coreografía fui a ver a la compañía de San Petersburgo al teatro Gran Vía, nunca había visto representado en vivo El Lago de los Cisnes a pesar de que me sabía la partitura y la coreografía de memoria y de nuevo sentí esa magia recorriendo mi cuerpo. A partir de entonces, cada vez que bailamos algo de Tchaikovsky en clase me imagino transformándome, me sueño realizando los treinta y dos fouettés de Legnani y... ¡vuelo! La gravedad deja de existir por un instante y nos convertimos en cisnes.  


                 
             Gillian Murphy realizando los treinta y dos fouéttes   



Es por ello que me resulta dificil imaginar lo que realmente supuso para el desarrollo de la danza la colaboración de Petipa y Tchaikovsky. Personalidades como Balanchine, afirmarían que hasta la llegada de Tchaikovsky solo se bailaban cosas horribles y algunos musicólogos han tildado las partituras de Paquita o Don Quijote como basura. Yo, personalmente, sin llegar a esos extremos, si reconozco el límite abismal que supuso la simbiosis Petipa-Tchaikovski para la historia de la música y la danza. 
De hecho, el primer intento de Tchaikovsky como compositor para ballet con El lago de los cisnes, supuso tal fracaso, que decidió guardar la partitura en un cajón. Las razones, hasta el día de hoy, algo incomprensibles, se debieron a la incompetencia del coreógrafo, que fue incapaz de adaptar la coreografía a  la música por ser demasiado "sinfónica". 
Así, cuando a Tchaikovsky le ofrecieron crear una partitura con La Bella Durmiente de fondo, no quiso aceptar a no ser que Petipa dirigiera sus pasos de tal modo que él supiera en cada momento los requerimientos escénicos, la duración de las piezas, tempos, atmósfera, incluso el número de variaciones y el compás de cada pieza. Lo que para algunos compositores podría suponer un intrusismo, ha dado lugar a las partituras más hermosas de ballet jamás compuestas. Después del éxito de La Bella Durmiente, decidieron ponerse de nuevo manos a la obra con El Lago de los Cisnes, reestructurando cada elemento y creando nuevas melodías. Petipa cayó enfermo y tuvo que relegar gran parte de su coreografía  a Lev Ivanov, quién iba a crear lo que sin duda son las escenas coreográficas más maravillosas y célebres del mundo del ballet, los actos II y IV, es decir, las escenas del lago. El lago de los cisnes obtendría un éxito y un reconocimiento espectacular y entristece pensar que el compositor murió justo antes del estreno en 1895 sin llegar conocer el maravilloso destino que tendría su última obra. 



Acto IV -El Lago de los cisnes

Tchaikovsky elevó el ballet a la categoría de género musical y dejó establecidos los cánones que todo compositor habría de seguir para poder componer un ballet que resultara bailable. Creo que por ello es justo que se le considere tan importante para el ballet (y no siempre merece tal reconocimiento), como Wagner o Verdi lo fueron para la ópera. Es lo menos que se merece alguien que ha conseguido que no solo el alma de un lago sea el cisne, sino que el alma de una bailarina sea el cisne. 

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